Pues ahora hablaremos de otras utopías, de las poéticas y necesarias, de las positivas que ofrecen la posibilidad de construir, al menos así las entiendo. En las últimas conversaciones sobre arte que tuve con el pintor José Antonio López, siempre terminamos dejando abierto el criterio del Arte, al tratar sobre las propuestas tanto abstractas como figurativas actuales. Pienso que precisamente en esta apertura del Arte y del artista reside su plenitud, si es que de algún modo es justificable hablar de trayectoria y cumplimiento. Lo que sí que dejamos más acordado es la necesidad de artesanado, del oficio, de la herramienta personal como medio de expresión que formaliza un estado final. Hablamos de la profesión, del saber hacer y de la técnica que permite al artista realizar un poder ser la obra final, y que puede, y creemos debe, si acaso, realizar una trayectoria inversa desde el oficio al incumplimiento de la norma si es lo que requiere la expresión. Se trata de desandar el camino para empujar los límites, para ver los senderos, callejones y obstáculos que salen a mitad del itinerario y que quizás pasaron desapercibidos o fueron conscientemente ignorados. No entro en juicios valorativos sobre si lo materializado es parte de lo hallado en el camino, si es cambiar la perspectiva de lo hallado o si a base de pico y pala transformo ese mismo hallazgo e incluso el camino mismo. No sé si el artesano es poco moderno (postmoderno), si se aburre ahogado de academicismo, si ha olvidado o es que su interior yace repleto de experiencias incomunicables. Lo que sí que puedo decir desde mi interpretación personal, y quizás alguien todavía me siga, es que hecho en falta obras accesibles y comunicantes. Si el experimento pretende ser esto por parte del artista: una propuesta o un ejercício público, perfecto e incluso disfrutable; pero la transmisión, y creo que con ello la obra de arte se torna como tal, debe conmover al público, y más aún crecer en el espectador y esto no sucede tantas veces. A mi me ocurría, por ejemplo, con el álbum Akixi de Jordi Gaspar, aunque no significa que le suceda a todo el que lo escucha pero sí que es buena referencia la manera para acercarse a una obra y descubrir que paulatinamente se va convirtiendo en Arte al completarse en la recepción del espectador. Creo que en esto me ciño a la básico y no expongo nada nuevo.
Sin embargo de vez en cuando surge alguna grata sorpresa que sin grandes pretensiones consigue conectar arte y espectador o si se prefiere, sueño y realidad. Una de ellas ha sido dar con la obra de Marta Sánchez Luengo y lo que según mi interpretación se traduce como la utopía hacia el destino del Hombre, sin duda, el gran protagonista de su escultura. No se trata solamente de un hombre escindido o desestructurado, quizás solitario o enrejado, sino de un ser humano “de a pie”, es decir, cualquiera de nosotros, en pleno flujo heracliteano si se prefiere e intelectualmente curioso e interrogante. El hombre de cada día con sus temores y pasiones. Sus esculturas hablan de trayecto, de rumbo, de la confluencia con otros seres humanos y del encuentro, de la metáfora del cambio y del intercambio –algunas veces con el espectador mismo- pero también de introspección y de los tiempos lentos de la vida. Si por un lado nos muestra al Hombre encapsulado o compartimentado en su vivencia, al mismo tiempo de manera positiva también en su intención de apertura, de ser proyecto y posibilidad de ser; de la necesidad de desgarrar una soledad inevitable, creadora y consciente de otros seres como él (quizás también en su misma búsqueda) y que Marta plasma en formas llenas de sugerencia e interpretación: paz, sosiego, soledad, deseo, tristeza y felicidad, cotidianeidad y también huída. De algún modo su obra te acerca a esa orilla donde pocas veces es posible amarrar en mitad de este mundo actual. Y no es que no haga falta cierto regreso a los lugares internos, calmados y reflexivos; necesidad de un momento donde la tecnología y el egoísmo agresivo de un individuo heredero de lo Romántico, desbocado hasta su extremo, olvida la otra parte humana que no es mercado, soma o violencia. Parece olvidado que el Hombre trae una Historia a sus espaldas y con ella todos sus conceptos y valores. De hecho si hay limpieza por el Arte es precisamente por acercarnos terapéuticamente a todo eso, más en el momento adecuado, y esto del algún modo revoluciona, es decir, también es vanguardia.
En la personalidad de sus figuras no
yace un mero estudio morfológico sino que se entrevé una
antropometría intelectual y espiritual del Hombre, que busca su
realización también en la unión en común con lo que básicamente
nos hace humanos. Encuentro la justificación de otros elementos no
antropomórficos de la obra: se hace difícil entender al ser humano
sin su entorno. Remite a lo real. El hombre no está solo y se
construye con lo que ve, esto le hace además cotidiano; de otro
modo, el Hombre se adivina vacío, desgarrado y del que no queda
absolutamente más que si acaso su ‘supuesto’ espectador. De esta
manera la alegoría de la obra remite a lo trascendental.
Pero también yace en sus obras el
abismo, el espacio. El mismo que se percibe en el propio lugar donde
la obra se sitúa pero también se integra; así el hombre se
comprende consciente de un Universo, que entendido como exterior,
termina desvelando que no es sino el propio ente observando.
Si su obra es catársis, lo es por
trasladarse al regreso del Hombre a su origen donde la pregunta al
universo estaba respondida de antemano en el interior del Hombre
mismo: la respuesta eres tú, pero se trata de un tú en movimiento,
nunca redundante y acabado, por eso al mismo tiempo se trata de una
respuesta interminable, siempre incompleta dado que el propio ser
humano es proyecto de ser y seguir siendo, por tanto utópica, hacia
donde tender, hacia el camino-destino que proponen las figuras y
alegorías de Marta.
www.martasanchezluengo.com
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