¿A quien no le ha
surgido esta pregunta sea desde su interior o de haberla escuchado
alguna vez? Más aún si uno se dedica a esta actividad, la Filosofía, casi olvidada
por todos salvo si no es para reivindicarla. ¿Quién espera ser
escuchado? ¿A quién le interesan las reflexiones de otro ser humano
que habla en un lenguaje extraño, que con mismas palabras expresa
cuestiones de las que no se suele hablar? ¿Quién lee o escucha
poesía? ¿Quién quiere perder el tiempo, su tiempo, tratando
asuntos que cada uno describe como ajenos, lejanos, no-útiles,
íntimos, aburridos…? Queremos ser sociales, aventureros, viajeros,
intrépidos o incluso alocados, pero súmale a cada adjetivo el de
‘cotidiano’. Esperamos cotidianeidad y de hecho, vivimos entre
excesos de cotidianeidad. Nos gusta lo alternativo siempre que sea
cotidiano, domesticable y finalmente normalizado. Pues para el caso de esta cuestión me alegro porque precisamente la filosofía es todo eso y por
supuesto también más. La Filosofía es la audacia dentro de lo cotidiano.
Andar en filosofía es caminar por la cresta de la montaña por donde se va caminando, como siempre, pero la visión y la perspectiva es distinta a la habitual, aquí el obstáculo
está en cada paso aunque siempre puedes regresar, sin embargo la carga vital de
esa experiencia te acompañará mucho tiempo. Al igual que la vida,
el día a día lleva implícita la Filosofía. Cada pregunta que te
haces, cada gesto de tu cuerpo, la rutina que te lleva cada día a
los mismos sitios, todo está reflejando filosofía. Eres un filósofo
que no busca serlo. Y si lo buscas, buscas oficio, te detienes en
hacer las preguntas incluso cuando sabes de antemano que no darás
con las respuestas. Cierto, eres como todos un autodidacta de la
vida. Se aprende haciendo. Sabes que la vida es poder continuar
teniendo el privilegio de seguir viendo y experimentando cosas que
otros ya no podrán, y por cierto, lo que darían por poder hacerlo es
algo que nunca podrás escuchar de su propia boca. También las cosas
que preferiría uno ahorrarse enseñan más de lo que uno esperaba
aprender. Esta perspectiva vital ante la Muerte, si lo piensas bien, te
coloca en otro plano, te permite ver todo de otro modo, te hace sabio
porque te permite contemplar las cosas que son importantes. Si la
vida es fuente de sabiduría claramente es importante acumular
experiencia, vivir distintos estados de conciencia vital que nos
conduzcan a nuevas reflexiones. Prueba a hablar de estas cosas, a
explicarte como el filósofo que eres, de hecho tus palabras no
dejarán indiferente a nadie, ya somos los suficientes como para
matizar cualquier cuestión y rebatirla. El dialogo nos hace superar
nuestras posturas. Crece por encima de nosotros. Este diálogo
incluso entre público meramente interesado debe conducir al Respeto,
respeto a ti mismo y a la sociedad en que te encuentras. Nada de lo
que hagas es individual completamente, tu ser social precisamente por
serlo afecta a los demás. Formular tus reflexiones, hacerlas
realidad, te conduce a un nuevo estado de conciencia, te convierte en
un audaz viajero que atraviesa tierras desconocidas de las que
te aseguro regresarás transformado.