Lo mejor de todo el verano… La sonrisa floja, el atardecer lento, la caricia del agua y el cabello cortado. Vestirse de algo no habitual, de tu perfume, ser quien no se es, y también, por qué no, agarrar la piedra, sacudir los brazos, arañar la pierna y dejar los nudillos en cada intento. Lo mejor de tus noches la calada, el incienso, lo nuestro, melodía y poesía, el vestido en el suelo, el póster vigilante, y de nuevo la caricia indescifrable. Hombro suave, piel que respira, uña y yema, puño sosteniendo lo insostenible, crispado, ajeno a la sabana. Pelo, rizo y tacto, goma y encaje, lengua y humedad. Suspiras y juegas para que nada acabe, ruegas para que nunca termine. Muero en tu calor infinito y oscuro. El espejo identificando lo que eres. Ausencia y recuerdo, la voz sedada, lugar mágico e irrepetible. Soledad.
Lo mejor del invierno, el refugio y la tristeza. La incomprensión y el jazz. Imaginarte en mil lugares, siendo quien no eres, vistiéndote para el compromiso. La cultura, el ocio, la danza, y al final del día, el desván, la respiración sobre la almohada que devuelve su fragancia, su abrazo, su sueño.
¿Quién eres ahora? Lo mismo da sobre la montaña que desde el escenario, que con un libro en la mano o posando. Con las gafas sobre el pelo o cercanas a la punta de la nariz. Con sombreros o bufandas, con tu abrigo más grueso o el jersey de lana más gorda, cada día te desnudaré mil veces, una y otra vez, y cada tarde y en cada amanecer volveré a tomarte. Just say this de Bill Frisell. Tus uñas y la piel. Tu pecho lleno de vida propia. Aureola enorme donde posar mis ríos, donde yacer mi sexo. Ombligo recipiente de la lengua sedienta y el vello que como un sendero se desploma hasta alcanzar la calidez de tu pelo, de tu rizo ennegrecido y caliente que espera ser inundado de saliva y canela, de mi respiración en tu entraña, de mi beso infinito que estalla, que nunca acaba…¿quién eres ahora, dulce reina?, ¿dónde habitas?, ¿dónde reside tu alma negra ahora entregada a la inocencia?
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