jueves, 29 de junio de 2017

Para qué filosofar

¿A quien no le ha surgido esta pregunta sea desde su interior o de haberla escuchado alguna vez? Más aún si uno se dedica a esta actividad, la Filosofía, casi olvidada por todos salvo si no es para reivindicarla. ¿Quién espera ser escuchado? ¿A quién le interesan las reflexiones de otro ser humano que habla en un lenguaje extraño, que con mismas palabras expresa cuestiones de las que no se suele hablar? ¿Quién lee o escucha poesía? ¿Quién quiere perder el tiempo, su tiempo, tratando asuntos que cada uno describe como ajenos, lejanos, no-útiles, íntimos, aburridos…? Queremos ser sociales, aventureros, viajeros, intrépidos o incluso alocados, pero súmale a cada adjetivo el de ‘cotidiano’. Esperamos cotidianeidad y de hecho, vivimos entre excesos de cotidianeidad. Nos gusta lo alternativo siempre que sea cotidiano, domesticable y finalmente normalizado. Pues para el caso de esta cuestión me alegro porque precisamente la filosofía es todo eso y por supuesto también más. La Filosofía es la audacia dentro de lo cotidiano. Andar en filosofía es caminar por la cresta de la montaña por donde se va caminando, como siempre, pero la visión y la perspectiva es distinta a la habitual, aquí el obstáculo está en cada paso aunque siempre puedes regresar, sin embargo la carga vital de esa experiencia te acompañará mucho tiempo. Al igual que la vida, el día a día lleva implícita la Filosofía. Cada pregunta que te haces, cada gesto de tu cuerpo, la rutina que te lleva cada día a los mismos sitios, todo está reflejando filosofía. Eres un filósofo que no busca serlo. Y si lo buscas, buscas oficio, te detienes en hacer las preguntas incluso cuando sabes de antemano que no darás con las respuestas. Cierto, eres como todos un autodidacta de la vida. Se aprende haciendo. Sabes que la vida es poder continuar teniendo el privilegio de seguir viendo y experimentando cosas que otros ya no podrán, y por cierto, lo que darían por poder hacerlo es algo que nunca podrás escuchar de su propia boca. También las cosas que preferiría uno ahorrarse enseñan más de lo que uno esperaba aprender. Esta perspectiva vital ante la Muerte, si lo piensas bien, te coloca en otro plano, te permite ver todo de otro modo, te hace sabio porque te permite contemplar las cosas que son importantes. Si la vida es fuente de sabiduría claramente es importante acumular experiencia, vivir distintos estados de conciencia vital que nos conduzcan a nuevas reflexiones. Prueba a hablar de estas cosas, a explicarte como el filósofo que eres, de hecho tus palabras no dejarán indiferente a nadie, ya somos los suficientes como para matizar cualquier cuestión y rebatirla. El dialogo nos hace superar nuestras posturas. Crece por encima de nosotros. Este diálogo incluso entre público meramente interesado debe conducir al Respeto, respeto a ti mismo y a la sociedad en que te encuentras. Nada de lo que hagas es individual completamente, tu ser social precisamente por serlo afecta a los demás. Formular tus reflexiones, hacerlas realidad, te conduce a un nuevo estado de conciencia, te convierte en un audaz viajero que atraviesa tierras desconocidas de las que te aseguro regresarás transformado.