miércoles, 19 de diciembre de 2012

En busca de la autoeducación estética. (II)



Si lo que es radicalmente humano al final trata del 'sentido'y de lo simbólico frente (o paralelamente mejor dicho) a lo que nos exponen las ciencias sobre el Hombre, indagar en esta clase de alma creo que se hace ineludible, ya no tanto para configurar una teoría -por otro lado totalmente necesaria para comprendernos- como para continuar viviendo, para seguir siendo.

La modernidad nos dejó un legado inacabado, testigo recogido por un postmodernismo que creo necesario superar y que mantiene disueltos valores y al propio sujeto cada vez más concéntrico. La cuestión es cómo afrontar esta circunstancia. La protesta lleva siéndolo desde las críticas ideológicas posthegelianas. Sin duda la protesta denota la necesidad de cambio, de transformación. Cuando se produce en libertad es popular, sencilla, cercana, cree resolver complejidades. Pero también implica un desplazamiento, una necesidad de retorno, un desear lo mismo; genera un individuo de algún modo escindido y redundante.
La otra vertiente creo más constructiva recae sobre la posibilidad de contribuir al cambio más allá de la mera crítica (últimamente muy patente). Es abstracta, compleja, no está determinada y posiblemente no es determinable. Conlleva acercarse al abismo de lo nuevo y no suele ser popular. En este sentido es vanguardista porque además requiere constante cambio. Mantiene al individuo en movimiento hacia nuevas maneras de ser construyendo sobre su pasado.
Lo que sugiero con esto es que quizás mucho se reduce a provocar un cambio de perspectivas.

La educación de la sensibilidad es posible. A través del entorno, de un entorno bello, creo que es posible 'calentar' esta sensibilidad enfriada en el ser humano y que me aventuraría a decir que posee de manera innata. No se trata de evadirse ni de dar la espalda a lo cotidiano sino más bien de abrirse a nuevas posibilidades de la realidad. De percibir que las nuevas maneras de ver ya no me son extrañas, en definitiva, de que el otro ya no me es ajeno. De este modo creo que el arte crea comunión entre las personas y las mejora.
Por lo pronto hace más agradable la relación social y la enriquece. Tampoco se trata de revestir de 'utilidad' este arte, sino de abrirse a las nuevas miradas que ofrece, a nuevos estados a los que finalmente me someto dejándome hacer por Él y que terminan por conformar mi educación personal. Si acaso no es el arte lo útil para mí sino que soy yo el útil para el arte: esta nueva manera de ver esta relación me la enseña el propio arte, su propio mundo. La obra que me devuelve nuevas perspectivas mucho más allá de una realidad monotemática y cosificada. Creo que es importante detectar qué es lo estético en lo que nos rodea. La belleza está alrededor, en el texto de la realidad y en el del libro literario o poético; en la música que se deja escuchar al pasar delante de una ventana; pero también en la galería de arte o en la web. Incluso en el acto relacional con otros,  en su momento ético. Hablo del componente estético de ser. Visto así realmente el arte está en ti y en tu apertura, en ti mismo y tus posibilidades de ser. Rodear tu entorno y crear de tu vida una obra expansiva, simbólica, llena de sentido, que sea representación pero también tu verdad. Mantener tu estadio humano y mántener la comunidad al mismo tiempo.

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