lunes, 5 de agosto de 2013

"Una audiencia precaria: sobre la tensión entre esfuerzo e indolencia del juicio en la performance contemporánea" Bojana Kunst


La ponencia de Bojana Kunst, desde la perspectiva de la filósofa y teórica de la performance enfoca su interés sobre los eventos artísticos contemporáneos (especialmente las artes visuales) y se centra en las capacidades de la audiencia. Establece antes de comenzar la premisa de que toda audiencia es activa y hace mención sobre la admisión general que se produce sobre la existencia de una asamblea comunitaria antes de la performance e incluso de que la activación de la audiencia dependa de la particular intención estética de la obra artística la cual debe guiar y movilizar al público. Rancière ya mostró esta cuestión sobre la división de capacidades en las falsas similitudes entre el ver y la pasividad, el conocer y la actividad, la participación y la emancipación [1]. La participación se suele equiparar a la libertad de compartir algo que tenemos (en común) mientras que las posiciones pasivas se relacionan a la reclusión y el aislamiento, según explica, separación falsa entre actividad y pasividad ya que la participación social actual solamente admite la libertad de elegir pero no la libertad de cambiar. Podemos seleccionar una posición más individualizada y aislada eligiendo distintos modos de vida pero sin posibilidad de que se produzca ningún cambio. Uno tiene que estar siempre en acción y transformarse constantemente en agente activo de los espectáculos políticos y económicos sin permanecer como mera posibilidad silenciosa y terca de lo que podría llegar a ser. ¿No prefieren paradójicamente los que nos gobiernan ver participación a ver silencio?, se pregunta la autora. El silencio respondido desde la perspectiva ranceriana se define no como pasividad sino como silencio contra la imposición de activarse continuamente, contra la presión de ser siempre activos y actualizados. Así pasa a analizar como primer punto el debate sobre la participación, sobre la capacidad participativa y cómo juzgar el arte según esa capacidad; como segundo punto cuál es la posición del arte en los procesos emancipadores y políticos de la sociedad actual donde la audiencia juega un rol de gran importancia.

1. En lo eventos performativos, dice, es la capacidad de la audiencia la que constituye el evento mismo. Gracias a la activación de la audiencia es posible la realización del evento. Dentro de las capacidades asignadas a la audiencia en eventos de este tipo destaca el esfuerzo social, afectivo y lingüístico. Hablar de 'esfuerzo' hace mención al trabajo del público como valor añadido al colocar el evento en primer plano y tomar parte al activar sus capacidades en la constitución del público del museo contemporáneo. Al artista le situamos en la posición intermedia entre el investigador social y el experimentador cognitivo, dice Bojana, donde su trabajo es gestionado por la institución artística al generar lo que define como 'espacio público temporal'. Reflexiona la autora al cuestionar sobre si lo que realmente se está produciendo son procesos emancipadores o se trata de procesos de explotación concretos. Y es que la audiencia de arte contemporáneo ya no se organiza mediante un dispositivo concebido para la percepción visual -mirada visual y pasiva- y tampoco es reconocible como una comunidad organizada de personas o una totalidad representativa de una identidad específica. Los grupos de la comunidad pueden aparecer o desaparecer mediante pactos, decisiones, etc: es una suma de observadores que al activarse deciden según su posición autónoma. La audiencia es más bien una suma desorganizada y de desacuerdos que una sima de pensamientos fragmentarios de las obras. El museo, dice, no aúna visiones sino que dispersa sus efectos.

Dentro de la producción estética es posible descifrar la potencialidad humana que se refleja dentro de la experiencia social del evento performativo, incluso a riesgo de resultar fragmentario, fugaz o precario y que el artista es capaz de recrear con su obra que el público ejecuta. Las instituciones artísticas se reinventan como nuevas fuerzas productivas que convierten todo lo que tocan no solo en cultura sino también en una manifestación de socialidad. Sugiere que lo reinventado quizás sea el propio público, afectado por los ensayos y experimentaciones que se efectúan a cobijo de la institución. Dice Hito Steyerl que el museo es un espacio para la producción, para la explotación; se trata del museo-factoría donde las formas de socialidad se crean por el esfuerzo comunicativo y afectivo de su público. Esta manera de implicar comportamentalmente al público es lo que determina a estas instituciones como lugares de producción, explica Bojana, buscando el paralelismo sobre presentaciones fordistas, en lugares de producción propios incluso, y donde los 'obreros' nunca abandonan la fábrica parafraseando la película Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir de 1985




Cuando estos 'trabajadores' regresan al museo ( visto como planta fordista) se dan eventos como el presentado por Santiago Sierra Línea de 250 cm tatuada sobre 6 personas remuneradas


donde los trabajadores esta vez ilegales, sin papeles, refugiados, etc provocan en la socialidad la responsabilidad y la repulsa entre el público que acude a esta clase de eventos. Aunque lo cierto, como explica Bojana, pocas veces crea un antagonismo que ponga en peligro la institución donde se produce y arruine la producción del publico.



Las propias obras de arte no solamente se constituyen como actos de socialidad sino que ellas mismas indagan en esta misma socialidad y su carácter relacional, como ya apreciaba Bourriaud, salvo que el análisis no toca la cuestión sobre la 'explotación' del esfuerzo social que se invierte para constituir la audiencia. La socialidad no es, por tanto, emancipadora a priori (o política, en el sentido que le da Bourriaud), sino que puede formar parte de la explotación, como ocurre en otros procesos propios del modo de trabajo postfordista. La relación que origina el arte no solamente trata de nuevas formas de reciprocidad entre espectadores y objetos sino más bien entre espectadores y espacios, como explica Irit Rogoff, y es más, se reinventa el intercambio y la participación colaborativa del visitante que a pesar de la fuerza experimentada por el evento nunca llega a ser una experiencia completa ni auténtica; ni siquiera personal sino que se trata de una experiencia social de un evento que debe fluir y ser compartida sin fin, que ya pertenece al flujo de su economía. Por esta simple razón, dice Bojana, en un evento de arte contemporáneo la experiencia debe ser aleatoria, temporal y no vinculante mientras el visitante a menudo experimenta y comparte la vivencia sin ningún sentimiento de incumbencia ni responsabilidad.
Destaca la autora que tras el evento de arte se da también la producción de su documentación. La constitución de vida pública, explica, se transforma en documento que otros contemplan en diferentes contextos expositivos lo cual explica la circulación de estas obras de manera universal.

Toda la energía e inversión afectiva del evento no salen del museo ni trascienden al público participante. Si el museo o espacio de arte se ha constituido como espacio social es necesario analizar si el cambio de socialidad en la esfera del arte abre posibilidades políticas emancipatorias o si es la institución un lugar 'museo-refugio' de procesos evanescentes y posibilidades de vida. Explica la autora el paralelismo entre la explotación originada en lo eventos de arte y los procesos generales y de subjetivación del capitalismo actual junto con la formación de comunidades que le son propias: apropiación de las fuerzas afectivas, la potencialidad y las habilidades lingüísticas humanas. Respecto al problema de la subjetividad destaca lo siguiente: la audiencia viene a ser como un trabajador autónomo que hace uso de sus habilidades sociales, cognitivas y afectivas del modo postfordista, dice, necesitamos obtener cierta autonomía para ser explotados.
Lo cierto es que raramente se establece una alianza política duradera tras la participación en estos eventos que resultan ser situacionales, abstractos y efímeros que terminan por constituir una socialidad discontinua, una relación sin obligaciones ni cargos de hacer algo dice la autora. El museo-factoría en su perspectiva de espacio social da lugar a una esfera pública paradójicamente sin público alguno, espacio que precisamente denota la ausencia de dicho publico como explica Paolo Virno. El artista otorga la autonomía al público que se acerca al evento para su propia explotación facilitando la comunicación y la compartición que terminan por conformarse en ejercicios de injuria social y explotación de las formas sociales.

2. La institución de arte ha capturado la energía vital de la masa para crearla como 'público', para transformarla en fuerza pública (social e incluso política, dice) y a los asistentes se les invitará a manifestar sus propias capacidades. En muchas obras actuales se da una falsa similitud entre la activación de la audiencia y el 'público' cuando sucede que el espectador reúne ambas condiciones. Es lo que menciona Rancière en El espectador emancipado sobre los lugares problemáticos y sobre la reforma del teatro capaz de reunir o anular las separaciones del lugar del público y del escenario logrando una comunidad inseparable. Al activar a la audiencia y mediante la manifestación de sus capacidades se desvanece su separación de la obra artística, lo que supone una experiencia 'comulgante del arte' del tipo platónico donde los objetos son asignados a su lugar correcto, a su lugar comulgante. Sin embargo, resulta interesante advertir que esa experiencia compartida de la obra es solo posible cuando la obra misma se desvanece, cuando el evento artístico se transforma en pura manifestación de una socialidad precaria que no puede ser juzgada (¿conforme a qué criterio juzgarla?) sino solo disgregarse continuamente, acumularse y compartirse como una experiencia inmaterial de relación y capacidad social. Concluye por tanto notando la dificultad de precisar un criterio sobre el juicio respecto a estas activaciones de la audiencia; aunque la ponencia pueda suponer una tentativa de juicio, éste siempre debe ir ligado a la condiciones sociales y culturales y no tanto con la situación que plantea el evento. Actuamos y conocemos como espectadores que vinculan lo que ven con lo que han visto o han dicho, hecho o soñado. La obra es un término material intermedio respecto a la que constantemente se está produciendo un proceso de negociación arduo o frívolo, así, el problema del desvanecimiento de la separación entre la audiencia y el trabajo y la equiparación de audiencia y público diluye la posibilidad de juzgar y en ese sentido favorece la transformación de nuestras capacidades sociales en mera camaradería espectacular.

John Cage describe el proceso mencionado por Bojana en su obra 4.33



dice, la interpretación debería dejar claro al oyente que la audición de la pieza es su sola acción -que la música, por decirlo así, es más suya que del compositor.
La capacidad de escuchar no es un gesto social sino un componente estético de la propia obra. Es por eso que falsamente se equipara un lugar común entre audiencia y público a causa de las capacidades compartidas ante el evento cuando realmente la audiencia debe entenderse como separada del público el cual debe verse como posibilidad de intentar nuevas 'aventuras' sobre cómo recrear una comunidad desde el parámetro de la separación.

[1] El espectador emancipado, Castellón, Ellago, 2010

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