La introducción presenta la declaración de intereses y posiciones de cada conferenciante referente a la posibilidad o la necesidad de renovar un juicio sobre el arte en el marco de la cultura contemporánea. Esto sucede como comienza explicando desde la década de 1960 y las obras inter-media, obras abiertas de difícil delimitación entre la tradición e incluso su frontera con el mundo real, obra abierta a nuevas tecnologías y formas de (re)producción, que obligan a reconsiderar la necesidad de reformular el juicio sobre un arte al que se le decretó desde Hegel su propio fin. Es de obligada consideración realizar el acercamiento a la propia ambigüedad respecto a la tradición respecto al arte y también a su propia pretensión de aspirar a ser una nueva forma de progreso. Según esto, explica, el arte contemporáneo designa solo aquello que se produce ahora mismo, sin indicar ninguna dirección de desarrollo histórico. Como tal se resuelve en una inmanencia a su ser-presente, al 'empirismo del ahora' a la afirmación de lo dado [1] donde el arte contemporáneo es un eterno ahora, un presente sin profundidad histórica. Estos temas de debate lejos de ser una cuestión externa son el eje central de la disciplina en sí misma más aún desde 1960 y la tarea crítica obliga a la reflexividad, a volverse hacia sí misma para sopesar su propia actividad, reflexividad que invita y exige a a aquellos que juzgan.
Surgen preguntas al respecto como ¿qué significa exactamente el hecho de que la crítica social del juicio del gusto formulada por Bordieu se haya reintroducido en prácticas artistas cuyos productos nos exigen que los juzguemos como arte?
¿Resulta inmune semejante arte -únicamente en virtud de la reflexividad- a una crítica que le reproche el papel que juega en la lógica de la distinción social?
¿Acaso el hallazgo de Bordieu, de que el arte se presenta como aquella mercancía cuya misma carencia de propósito la hace especialmente apropiada a los propósitos de la distinción social, afecta también a la crítica institucional, la cual constituye, por así decirlo,el arte decididamente 'interesado' de nuestro tiempo?
¿Y si la reflexión del arte sobre su contexto social fuera ella misma una mercancía deseada?
El arte en su afán modernista de reclamar autonomía terminó degenerando como forma de ornamentación para las clases dirigentes las cuales lo colonizaron como signo de su propia identidad. Esto determinó que el arte tomara reflexión sobre aspectos condicionales de su medio como su presentación, recepción y producción, realizando la crítica institucional hacia los contextos sociales en los que se hallaba inmerso. Esta exigencia sobre el carácter público del arte y hacia lo que se destina el arte, más allá de un objeto de consumo subjetivo o expresión del gusto consumista es un asunto que Juliane Rebentisch destaca en su introducción; ¿qué tipo de público está implicado aquí? se pregunta, ya que este arte no se dirige a un público universal sino a un público heterogéneo cuyas experiencias y juicios respectivos serán constitutivamente impuros: conformados por contextos culturales, sociales y económicos diversos. Esto nos lleva a pensar si no se corre el riesgo de caer en un relativismo subjetivo respecto al juicio estético, imposible de distinguir de la lógica subjetiva del gusto consumista lo cual nos obliga a revisar la antigua noción kantiana sobre lo social del juicio estético.
La linea de Kant a Lyotard era resistente a reglas, convenciones y categorías terminadas, donde el juicio estético se orientaba hacia la cualidad del objeto que precisamente se resistía a ser determinado, una lógica de anti-principio en pos de su autonomía, como explica la autora. Ante esta estrategia de revisión continua ¿cómo conjugar la teoría sobre lo nuevo del arte y la producción capitalista de lo nuevo?
Se dan posibles respuestas como las enfrentadas entre las tradicionales de una audiencia-masa pasiva, vouyerística frente a las teorías sobre las prácticas del teatro o performance. Explica Juliane dos posiciones que se vinculan a Bretch y a Artaud y que comparten la problemática sobre una audiencia pasiva. Bretch criticaba la distancia estética en nombre de otra distancia: la analítica (propia para la comprensión política) mientras que Artaud criticó la identidad entre la distancia estética y la implicación afectiva o emotiva, ambas líneas identificables con prácticas artísticas contemporáneas. Se pregunta la autora ¿cómo podría un concepto de distancia como éste estar relacionado con la noción común de la crítica objetiva? Antes el crítico podría resultar ser el garante de esta 'distancia' entre sujeto y objeto, distancia emotiva que el crítico debía mantener como noción previa al juicio. Ahora las prácticas artísticas socavan la noción de distancia afectiva incluyendo al espectador como parte formante de la obra y por tanto dando vigencia al legado de Artaud lo cual repercute en una pérdida de distancia, que no solo pone en peligro la pretensión de autoridad del intérprete, sino incluso la propia coherencia de éste como sujeto. Nos vemos así obligados a repensar la relación de implicación de la subjetividad del crítico en los objetos de su juicio.
Pasa a presentar las directrices de los cincos autores que se presentarán el simposio:
Dieter Roelstrate y el escepticismo sobre un nuevo paradigma de una critica implicada con su objeto.
Christiane Voss en su defensa de las dimensiones afectivas del juicio estético.
Cristoph Menke sobre una crítica que nos se centre en el hecho sino en el acto de juzgar, acto el cual se vuelve sobre (contra) sí mismo.
Alexander García Düttmann en su investigación sobre la relación interna entre juicio estético y el surgimiento de lo nuevo.
Bojana Kunst explicará el tema de la audiencia precaria orientada a la performance contemporánea
[1] http://www.e-flux.com/journal/what-is-contemporary-art-issue-two/
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