domingo, 30 de junio de 2013

'El juicio en París' Dieter Roelstraete

Comienza la primera exposición del simposio sobre 'Juzgar el Arte contemporáneo' por parte del filósofo y conservador del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago Dieter Roelstraete de título 'El juicio en París' con este texto introductorio de Hölderlin con el que coincide: 'Juicio es, en al más alto y estricto sentido, la originaria separación del objeto y el sujeto unidos del modo más íntimo en la intuición intelectual, es aquella separación mediante la cual -y solo mediante ella- se hacen posibles objeto y sujeto, es la partición originaria. en el concepto de la partición se encuentra ya el concepto de la recíproca relación del objeto y el sujeto, y la necesaria presuposición de un todo del cual objeto y sujeto son partes. 'Yo soy yo' es el ejemplo más adecuado de este concepto de la partición originaria en cuanto originaria partición teorética, porque en la partición originaria práctica hay una contraposición al no-yo, no a sí mismo' [1].

El juicio es una operación que requiere sujeto y objeto juzgado y entre ambas la separación necesaria para el discernimiento, es decir, el distanciamiento. El juicio trata realmente sobre este distanciamiento componente elemental de la tarea crítica, la de situarse con el objeto, mejor, frente a ese objeto y afirmar lo que uno piensa sobre ese objeto, sobre el asunto de sujeto frente a objeto. Como definición aproximada de arte explica 'la garantía adecuada de que hay algo en otro lugar, algo otro, algo exterior, algo frente a mí'. Esta alteridad es el síntoma clave de la noción de arte tradicional de la modernidad.
Esta separación que define Hölderlin y asimismo Kant donde rige el desinterés no es más que una ilusión (sospechosa además ideológicamente, explica): la doctrina kantiana del desinterés se sustenta sobre una urdimbre de intereses solapados donde solamente los que tienen 'intereses' se pueden permitir ser desinteresados: 'la división sujeto-objeto es una quimera histórica, una pesadilla cartesiana'.

La idea del 'juzgar' no goza de buena imagen por anacrónica, ingenua, anticuada y vulgar, y se adscribe a otros lugares televisivos de concursos de cantantes noveles y audiencias con criterios manifiestos.

En su artículo dentro de E-flux journal [2] revisa la noción de fin del arte expuesta por Hegel: si el arte ha tocado fin entonces nuestro mundo actual no tiene arte sino 'cultura' en el sentido que expone Alain Badiou. Lo mejor de que esta sociedad no tenga arte es que aún estamos a podemos concebir la espera de su llegada, el regreso del arte y propone la colaboración para recrear las condiciones necesarias que le permitan alcanza su grandeza que además son las mismas que permiten hacer posible el juicio.
Ante preguntas sobre la legitimidad de la actividad crítica, sobre a quién le interesa que se juzgue o por qué se menosprecia el derecho a juzgar explica Dieter que al arte le basta con ser simplemente interesante en una época de conversaciones infinitas y debates inconclusos; una época de continuas contextualizaciones...
Los filósofos de la sospecha explicaron que este juicio estético no era ni objetivo ni desinteresado manteniéndose contaminado con intereses espurios a la estética y al arte. Hablaron de un juicio determinado por cuestiones sociales, políticas, culturales, económicas y/o psicológicas por esto el juicio no es libre. El juicio estético queda reducido 'a un mero juicio de gusto particular originado socialmente'.
Tras la segunda guerra mundial el estudio de estos tres pensadores de la sospecha, Marx, Freud y Nietzsche, se trasladaba desde Alemania a Francia estableciéndose en París, sobre todo plasmado en obras de Pierre Bordieau y Michel Foucault los cuales se han erigido como jueces del propio concepto de juicio que desvela 'la maraña de relaciones de poder' que subyacía en la teoría del desinterés y que mostraba que el juicio estético no se fundaba en la dicotomía sujeto-objeto y su separación, sino en una red de enredos y dependencias que deambulaba entre intereses aprticulares y juegos de poder. Este interés del arte contemporáneo por el poder es lo que marcado este siglo más foucaltiano que deleuziano.
Ante la imposibilidad de hablar con conceptos adecuados sobre el arte y su materia de juicio se han creado nuevas nociones como 'complicidad e implicación', 'enredo y atrapamiento', 'envolvimiento', etc, nociones opuestas a las antinomias tradicionales y que ahora representan las nuevas maneras de entender el arte, dice 'ya no juzgamos obras de arte, las experimentamos -nos limitamos a experimentar su ambiente-.'

Explica también la diferencia entre la actividad del crítico y la del comisariado, ambos aspectos que el autor puede experimentar por su labor profesional, y que trata sobre la distancia. El crítico puede mantener la opción de mantener distancia al objeto manteniendose de cierta manera al margen; 'el comisario es el insider' explica, siendo visto como 'el que establece la alianza secreta con los poderes y autoridades de las que es es cómplice' y el que queda prendido en una red de dependencias.
Revisa las nociones de 'inmersión' y de 'participación'. Por un lado el establecimiento del cine y del vídeo que sumergen al observador y que acentúan la corporalidad y su expresión hasta llegar a la performance. Por otro la llamada 'estética relacional', arte de interacción y relación, de socialización, de ponerse en común, de reunirse y comprometerse.


El avance en la inmersión que provoca la red, paradigma de información, trabajo inmaterial y flujo de ideas, provoca adentrarnos una densa niebla que también es vendible como culminación de la experiencia estética. Realiza la analogía sobre el cuadro de Friedrich del caminante sobre el mar de niebla situando a los espectadores actuales no 'sobre' el mar sino 'en' el propio mar de la niebla de la red.

El autor termina su reflexión invitando a no ceñirse a los aspectos sobre el poder o los intereses del arte sino a empujar las temáticas más allá de este aparente 'último debate' ya que aunque 'el arte contemporáneo bien puede ser que desafía, elude o escapa al juicio, siempre debe ser posible decir en voz alta qué es bueno o malo y por qué'.


[1] F. Hölderlin, Ensayos, Madrid, Hiperión, 1983, p. 26.
[2]http://www.e-flux.com/journal/what-is-not-contemporary-art-the-view-from-jena/

El Juicio en París

No hay comentarios:

Publicar un comentario